Imagina que un cliente acaba de comprar en tu tienda. Está emocionado, expectante… y lo único que recibe es un correo genérico, sin alma, con un diseño cuestionable y cero personalidad. A veces, ni eso. ¿Resultado? Una experiencia que podría haber sido memorable se convierte en un cliente que no vuelve. Estás dejando escapar una oportunidad valiosísima.